Hábitos de pensamiento
Me llamaron a hacer parte del dolor que como parte de la comunidad (uniandina o colombiana) se supone que debo sentir por el asesinato de Mateo Matamala y Margarita Gómez en Córdoba. Asistí a la ceremonia en la que plantaron dos guayacanes en el patio de la Facultad de Ciencias. Hubo mucha gente y lágrimas. Yo mismo me sentí conmovido, identificado, como siempre me siento, con alguien al que se le acaba de morir alguien. O se le ha muerto: la muerte es un recuerdo.
Desde ese día, en las pantallas de información que hay en toda la Universidad, pasan un fondo negro con los nombres de los muertos y la consigna «mantendremos su memoria». Yo no sé cómo hacerme cargo de esa responsabilidad institucional. Y poco me interesa: mi simpatía realmente no llega hasta allá.
***
Anoche hicieron un segundo homenaje, digamos que más espectacular (coro, luces, proyección) y por lo tanto menos íntimo que el primero. Poco necesario, creo. No asistí.
No asistí pero sé que María Emma Wills, profesora y compañera de trabajo (o de dependencia), leyó un discurso para la ocasión. Acabo de leerlo y quedé con una sensación muy jarta por este pasaje:
Frente a las preguntas de por qué [mataron a] Mateo y Margarita, sólo resta reiterar que las víctimas no están en falta. No se merecían jamás lo que les ocurrió. No hicieron nada que ameritara sus muertes. Sus homicidios, injustos como los de tantos otros, no tienen más motivación que la insensatez de los armados, su enorme desprecio por la vida y la aún oprobiosa corrupción que les ofrece laa condiciones para prosperar. Si bien las muertes de Mateo y Margarita no tienen explicación razonable, como comunidad académica, sus asesinatos sí nos imponen un compromiso: la necesidad de comprender y descifrar, sin tapujos, un país que aún se deshace ante nuestros ojos.
La misma sensación jarta que tuve cuando oí al brigadier general Luis Pérez Albarán diciendo «básicamente todo apunta a que fue una equivocación porque estos jóvenes fueron asesinados sin mediar ningún otro hecho» o cuando vi en la portada de Semana el conciso y contundente titular: «Víctimas inocentes». Dejemos de lado la palabra víctima, que está suficientemente cargada con el mismo valor que tiene la palabra inocente (por oposición a culpable). Hablemos simplemente de muertos y preguntémonos: a la luz de nuestros valores supuestamente modernos y civilizados, y teniendo en cuenta que no existe la pena de muerte en este país, ¿cabe hablar de muertos justos?
Frente a esta pregunta mucha gente dirá que sí y señalará los cadáveres reventados de Reyes y Jojoy. Dirá, no necesariamente en este orden, que eran objetivo militar o que se merecían tal cosa por haberle causado tanto daño al país, incluyendo tantas muertes. En otras palabras, respectivamente, «murieron en su ley» o «la debían». Como cuestionar muertes de este estilo me convertiría en objetivo militar —justificaría mi muerte, sería una «explicación razonable»—, no diré nada más al respecto.
Pero hay que insistir en que, en otras circunstancias, otros señalarán los cadáveres de los rateros de los que eficientemente se deshacen ciertas iniciativas de seguridad privada (incluyendo a la guerrilla) en Bogotá y otros rincones inhóspitos del país. Pero es que un ratero la debe, un ratero es culpable, un ratero es mala persona. No es como nosotros, personas de bien. Y así se suele seguir: el tipo ese que se viste raro, el marica que usa arete, la vieja que se lo da a todo el mundo, el man que mete cosas raras, el barbudo que no va a misa y lee libros raros, el bobo que se metió con la hembrita del duro. Y así. Todos pueden terminar muertos por una causa justa, siempre y cuando alguien suponga que hay causas justas para matar a la gente. Sencillamente, cuando se habla de muertos inocentes, se acepta que puede haber o incluso debe haber muertos por culpables.
Tan natural como parece hablar de la merecida muerte de Reyes y Jojoy, este hábito de pensamiento se cuela en muchas afirmaciones cotidianas. A veces se presenta en forma de referendo para defender a nuestros niños, a veces salta convertido en «la gran permisividad de un sistema que cree que el crimen tiene horario». La gente no sabe a qué forma perversa de arbitrariedad le juega cuando comienza a decir las cosas de esa manera, pero justamente en esa forma de hablar se encuentra el germen de muchas muertes.
January 28th, 2011 at 20:53
Me parece que es válido e inclusive necesario defender la neutralidad y la inocencia. No es igual morir con un fusil en la mano en medio de un tiroteo que a mansalva con un tiro en la cabeza. No es lo mismo ser un estudiante que ser un soldado, guerrillero, paraco o pandillero. No guardar esta diferencia creo que empieza a colindar con la idea de que todos somos en el fondo culpables y merecemos morir por omisión, ya que disfrutamos callados y tibios los beneficios de un sistema que se sostiene en la miseria y en la muerte (como dirían los guerrillos). Una persona que anda armada, o que se asocia con los armados, escoge un tipo de vida donde sabe que en cualquier momento pueden matarlo. De igual manera, cualquiera debería poder escoger una vida aburrida, sin sobresaltos, que termine una muerte tranquila.
January 28th, 2011 at 20:55
Aunque estoy de acuerdo con la preocupación y me parece pertinente (nadie “se merece” que lo maten), creo que estás hilando demasiado fino.
¿Hay víctimas que no sean “inocentes”? Yo diría que sí. Y por no hablar de quienes son considerados “indeseables” por algún sector de la “gente de bien”, pensemos en un torero. Cuando entra a un ruedo a enfrentarse voluntariamente a una bestia de media tonelada sabe a qué se enfrenta. Sabe que puede no salir en una pieza. Y aun así asume el riesgo. Pasa igual con los soldados de batallones contraguerrilla, enfermeras que tratan a pacientes con VIH, cuidadores de grandes felinos o ballenas orcas, etc. No van a trabajar esperando que los maten, pero saben que están corriendo un riesgo alto. Y si mueren, sus muertes se lamentan como la de cualquier ser humano, pero estaban voluntariamente haciendo algo que los ponía en peligro.
Ahora, ¿qué pasa con la víctima de una bala perdida? ¿O al que atropella un conductor borracho? Partiendo del supuesto de que no estaban haciendo algo que los pusiera en peligro (como en un mundo ideal debió ser el caso de los estudiantes asesinados) su muerte debe tener un mayor impacto en la sociedad porque implica que independientemente de si decide no hacer algo riesgoso, corre el mismo peligro de muerte que alguien que sí asumió el riesgo. Eso derrumba la ilusión de control que tenemos sobre nuestras vidas y justifica que la gente “se timbre” para tratar de evitar que vuelva a pasar.
Que nuestro país sea uno donde “estudiante”, “periodista”, “sindicalista”, “defensor de derechos humanos” o “no tener medicina prepagada” sea una sentencia de muerte es lo que debería preocuparnos.
January 28th, 2011 at 21:00
“nuestro reto es celebrar y honrar esas vidas y esas promesas que fueron segadas absurdamente con más trabajo, mayor dedicación y mayor conciencia”
January 28th, 2011 at 21:26
Gran entrada, Miguel. Ya me había referido hace unos años, en ese violentísimo blog que escribí, el mismo que supuestamente parece escrito por un “militante del MOIR” según me dijeron hace poco (jajaja, con todo lo que siempre he odiado al PCCh), acerca de esa mentalidad que, por desgracia, se acaba colando incluso en gente cercana y buena, a la que uno quiere o que por lo menos le importa a uno mucho.
Aunque coincido con Miguel Bernal en la necesidad de “defender la neutralidad y la inocencia” no sé hasta qué punto seamos nosotros (así seamos “de bien”) los llamados a decidir quiénes “merecen” morir y quiénes no. Asumir, por ejemplo, que, digamos, un ratero en la Jiménez o la 10a. al que se “bajan” después de, no sé, haberse robado un espejo “merecía” morir, aunque puede parecer ‘entendible’, en el fondo es juzgar sin conocer los motivos de su actividad delictiva (independientemente de eso, si roba su lugar es la cárcel). Tampoco se trata de dárselas de adalides de la moral, como si uno nunca hubiera tenido un momento de ira en el que le hubiera deseado la muerte a alguien que haya hecho algo atroz (o que simplemente lo fastidie a uno en demasía), así eso sea, desde luego, un error.
ApoloDuvalis toca el punto de los toreros, de los soldados, etc., personas que por su actividad (escogida, idealmente, de manera voluntaria) están más expuestas a morir. Al respecto, creo que tiene razón pero a la larga simplemente es por mera teoría de probabilidades (lo mismo que pasa con gente buena o “inocente” que muere “injustamente”; en todo caso la entrada de Miguel cuestiona eso de las muertes “justas”, no las otras). No son muertes que haya que ‘celebrar’, aun tratándose de ‘Jojoy’ o ‘Reyes’ (si bien puede comprenderse que víctimas directas de sus crímenes las ‘celebren’, sea por venganza, dolor, etc.; tampoco creo que todas las que lo hagan lo hagan llenos de orgullo). Perdonarán si eso es muy idealista, ingenuo o estúpido (o ‘progre’ o ‘políticamente correcto’ o ‘culpable, blanco (pfff) y liberal”), pero pues creo que es así y ya. Como no creo en el más allá ni en el infierno ni nada de eso, me parece que lo ideal es que esos personajes paguen en vida lo que deban.
January 28th, 2011 at 23:08
También hay una dosís de amarillismo y protagonismo ( Consciente!) en decir las cosas de esa manera por parte de profesores uniandinos, Semana, el general etc.
January 29th, 2011 at 08:33
@apoloduvalis Me parece que cayó en las redes discursivas que el Juglar denuncia (acertadamente, creo). El asunto es que la palabra ‘víctima’, como dice el Juglar, «está suficientemente cargada con el mismo valor que tiene la palabra inocente (por oposición a culpable)». En ese sentido, el torero que muere por un toro muere a causa de su temeridad. Podríamos estar tentados a decir que muere “justamente”, pero, de nuevo, eso sería caer en las redes del discurso de buenos y malos.
Un discurso que, por demás, no es carreta de sociólogos. Es el discurso que funciona en muchas mentes con las que nos toca lidiar todos los días. Desde los trolls de Twitter hasta la limpieza social. Por supuesto, hay ocasiones en las que ponerle a alguien la etiqueta de ‘vìctima inocente’ (pleonasmo) parece inobjetable, pero para quienes hacen limpieza social (insisto, eso sí ocurre, afirmarlo no es “hilar muy fino”) los muertos “tenían que morir”.
January 29th, 2011 at 10:05
es evidente que hay muchas formas de morirse. y sobre todo es evidente que hay que morirse. podríamos, como dicen, hilar fino sobre el tema de los riesgos que libre e informadamente se asumen cuando se ejerce una profesión. por ejemplo, trabajar con anilinas y el riesgo de desarrollar cáncer.
para no ir más lejos, hablemos del riesgo de ser biólogos en busca de un bicho que solo se encuentra en un ecosistema que casualmente también es habitado por criminales que «se equivocan» o que son «insensatos». en el discurso cotidiano he oído decir que los mataron por ser bobos y creerse el cuento de la seguridad democrática, por andar buscando donde sabían que no debían buscar o porque quién sabe qué más estaban haciendo. todas esas son formas de encontrar razones (y aquí hablo de razones como algo diferente de las causas) para que los hayan asesinado y todas podrían ser perfectamente lógicas si se asume esa lógica del riesgo como algo por lo que tarde o temprano «se paga».
el libro de mi amiga patricia sobre cómo los paracos modifican la vida cotidiana imponiendo valores y sembrando el terror ilustra bastante bien este punto de cuánto se pueden estirar las razones para matar a alguien, pero también para aceptar que su muerte fue justa, merecida o, simplemente, «por algo» (capítulos 8 al 14, especialmente).
January 29th, 2011 at 10:08
se me olvidó citar las palabras de pachito santos sobre yair klein: «que se pudra en nuestras cárceles» (sobre pudrirse). es esa idea de venganza y simetria la que se aleja mucho de los valores de un país supuestamente moderno, civilizado, ilustrado y que confía en el imperio de la ley y sus instituciones.
January 29th, 2011 at 11:25
Ahora recuerdo cómo los paramilitares se decían víctimas de las guerrillas. Y cómo Jorge 40, en las audiencias de Justicia y Paz, pedía que el Estado le ayudara a encontrar los cuerpos de sus hombre muertos.
January 29th, 2011 at 12:20
Pues…la cosa es que la comparación con la inocencia no es necesariamente con jojoy o raulito. Eso entra en otra categoría. La idea de que estos dos eran víctimas inocentes supone algo muy extraño sobre el resto, o mas bien, reafirma y justifica la idea de que esos otros 30 o 40 mil que se llevaron por delante los paramilitares no eran inocentes, que el resto de estudiantes, organizados y con ciertas posturas políticas se buscaron su suerte. El problema no es, por lo tanto, exclusivamente de que estos dos hayan estado en el lugar equivocado y eso los haga inocentes, sino que todas las atrocidades, el horror y la muerte terminan siendo justificados.
January 29th, 2011 at 13:31
El discurso de la profesora me da la impresión de que trata de salirle al paso a los que tienen la costumbre (a veces incluso involuntaria e inconciente) de justificar los asesinatos. Y saliéndoles al paso reafirma esa costumbre como algo natural, a lo que estamos acostumbrados, o deberíamos estarlo.
En cierto modo no es sorprendente que en una sociedad donde todos tenemos conocidos que han sido asesinados terminemos otorgándole al asesinato un lugar en el esquema general de cómo son las cosas, y no tengamos la misma reaccion que uno vería por ejemplo si encontraran los cadáveres abaleados de dos estudiantes en una quebrada en Suecia.
Las justificaciones del asesinato suelen, si, pasar por una valoración de la gente como buena o mala, dentro de la tradición facista de aspirar a una sociedad donde sólo los buenos (como uno) cuenten. O también puede pasar por una valoración más bien pragmática de la utilidad de las personas o de su supresión, que me parece que podría ser el estándar entre guerrilleros y traquetos.
Dicho todo eso, me pregunto si será viable quitarnos esa maña de aceptar la fatalidad del asesinato cuando sabemos que la tenemos, y aún más, cómo pueden quitársela los que no saben que la tienen, o los que saben y la aprecian como una virtud.
January 29th, 2011 at 13:59
Creo que Lanark tiene razón: María Emma parece partir de una posición defensiva en esta sociedad donde la primera reacción frente a un homicidio no es “lo mataron” sino “quién sabe qué habrá hecho”. Y es muy válido querer enfatizar que no: no tenían su guardado, no era que “algo debían”. El problema es que al hacerlo sin ir más allá queda la pregunta “¿y las decenas (¿cientos?) de muertos que hubo en Córdoba en 2010 sí debían algo?”" O por lo menos queda implícito que las muertes de estos últimos —sobre todo si, por ejemplo, eran desmovilizados o de una u otra forma “no eran unos angelitos”— son normales mientras que las de alguien del interior son anormales y por eso más condenables.
Por otra parte esto me hizo acordar de algo que me contó una líder de víctimas del conflicto en Antioquia. Muchas líderes como ella no pueden contar completas las historias de sus hijos desaparecidos por temor a atenuar la solidaridad y la indignación de quienes las apoyan. Por ejemplo, a la hija de una de ellas la desaparecieron porque su novio era guerrillero. Y entonces “ah, pero quién la manda meterse con guerrillos”, o “mala madre, si dejó que su hija estuviera con ese tipo, ahora no se queje”. Igualmente, en zonas de combates, las FARC matan y desplazan a quien les da posada y comida a los soldados, y el Ejército amenaza a quienes les dan agua a los guerrilleros, y así… Y no es suficiente decir que sus muertes igual se lamentan pero con el atenuante de que estaban haciendo voluntariamente algo que los ponía en peligro.
January 29th, 2011 at 17:38
Como le dije hace un rato: totalmente de acuerdo con lo planteado.
La gente en la calle, en los buses, etc, hace afirmaciones que sin medir - en algunos casos con toda la conciencia del caso - parecieran justificar a la muerte como una herramienta apta para la implementaciòn de “la justicia”.
De hecho hace unos días tuvimos una sesion de trabajo con chicos entre los 15 y 17 años. Ellos debían discutir o - por lo menos - exponer parte de la situación que se vive en San José de Apartadó. Después de un trabajo meticuloso pasamos a un plano de cuestionamiento frente a lo ocurrido. Oh! sopresa - mas bien tristeza - cuando cada uno de ellos “ingenuamente” terminó por justificar lo acontecido. Argumentos tales como: “aunque estuvo mal vaya uno a saber” o “quienes perpetraron el hecho merecen de igual manera moriri”. Atónita intenté persuadir al grupo de 4 estudiantes pues no podìa dar credito a que, de una u otra manera, justificaran la muerte.
Ese día salí apesadumbrada pues sentí que habìa ocurrido totalmente lo opuesto al propuesto: reflexionar sobre la vida.
Y como su merce dice: la gente no sabe de que forma perversa sus afirmaciones temrinan por sentenciar la vida otros seres humanos.
January 29th, 2011 at 20:44
Gran Reflexión. Si desde los medios no le meten roles al conflicto la masa crítica no los entenderá y dejará de comprar las revistas y sintonizar los noticieros.
Cómo le sirve a todo el mundo encasillar a los otros dentro de “ese” lenguaje. A los medios pa vender, a los gobernantes para gobernar y todo el mundo para sentir que tiene la ética bien construida y la moral intacta.
January 30th, 2011 at 22:23
Oh Alma Mater, ya no sigues siendo la misma, ahora eres peor. (aunque nunca le he tenido mucha confianza a que sea mejor).
Entre el “pues siempre van a haber pobres que mueran en deslizamientos cuando llueve porque eso siempre va a pasar (la lluvia y los pobres)” (?) de alejandro gaviria, esto y muchas otras más, yo propongo hacer el “Novenario Uniandino”, para reemplazar la querida y bien vestida con crepes, Mama Crepes and Waffles.
Uribe no era él sólo el ícono sino era el pedazo de cada colombiano que pa´sus adentros ha dicho, con diferentes tonos “es que esos muchachos no estaban recogiendo café…”.
January 31st, 2011 at 11:43
canto rodado:
gracias por citar al caballista. esa frase es de las grandes perlas de triste verdad nacional.
January 31st, 2011 at 17:18
1. Nunca hablo en mi escrito de víctimas inocentes.
2. A veces ponemos en boca de alguien una idea que nos permite polemizar y contradecir esa idea. Puede ser un recurso para poder aclarar nuestro desacuerdo con posturas que nos irritan pero finalmente también desfigura la opinión de quien emite la idea .
3. En el trabajo de Memoria Histórica, en la introducción al informe sobre la masacre de El Salado, Gonzalo Sánchez habla de víctimas en estado de indefensión. Y esto creo que aclara mucho mi postura. En una guerra, ocurren muertes pero hay ciertos asesinatos que NO ocurren en enfrentamientos entre grupos armados sino entre armados y personas indefensas. Esas personas indefensas pueden tener distintas identificaciones políticas: pueden ser militantes paramilitares o militantes guerrilleros, o no tener identificación con causa alguna. Lo que hace INJUSTAS e inadmisibles sus muertes no es que ellas pertenezcan a un grupo o al otro o no pertenezcan a ninguno, sino que estuvieran en estado de indefensiòn. Por eso en mi escrito –el completo– menciono la INDEFENSION y no la INOCENCIA para recalcar cuán inadmisibles son sus muertes. Justamente el párrafo que extraes del escrito –donde tampoco aparece la idea de la inocencia–quería señalar que no hay por ningun lado justificación alguna para sus asesinatos. No porque fueran inocentes (¿inocentes de qué? ¿Según quién?) sino porque estaban en estado de indefensión, como tantos otros colombianos y colombianas, asesinados a lo largo y ancho del país.
4. Me alegra y celebro el blog. Me alegra también mucho el tono pues no veo esas injurias y esos esquematismos que se mueven en, por ej., redes de artículos de prensa o en Verdad Abierta.
5. Propongo un nuevo tema de discusión: por qué necesitamos simplificar el pensamiento de otros para poder expresar el propio y proponer una polémica.
January 31st, 2011 at 17:40
María Emma:
1. Cuando hablé de “víctimas inocentes” claramente me refería al titular de Semana. Más adelante hablo de justicia e injusticia, que son palabras de tu texto, usadas además con énfasis. A mi entender no son conceptos que estén muy separados el uno del otro (diferentes sí, tal vez) si la idea de fondo es que la muerte aparece como una forma de retribución o castigo o consecuencia lógica.
2. Honestamente no creo haber acudido a la estrategia del hombre de paja. O mujer de paja en este caso. En primer lugar, trascribí las palabras literalmente (las tuyas, las del policía y las de semana). En segundo lugar, lo que hice fue interpretarlas. Pude haberlo hecho mal, pero aún mantengo mi punto por las mismas razones expuestas en el post y en los comentarios y porque suscribo lo que han dicho otros (don tomeito, Lanark, JDP, CM y Canto Rodado).
3. Entiendo por lo que dices, y por el énfasis que haces en el estado de indefensión, que sigues considerando que hay muertes justas y estas son las que sufren los que no estaban indefensos (un término que podría relativizarse hasta el extremo). Podría estar equivocado.
4. Gracias. Aquí no injuriamos. Sólo calumniamos de vez en cuando.
5. Como anotaba en la respuesta al punto 2, no creo que haya querido simplificar nada. Muy al contrario, he querido revelar lo que me parece que hay detrás de tales palabras e ideas: por eso el post se llama “hábitos de pensamiento”. Y estos hábitos de pensamiento son muy complejos aunque pasen inadvertidos. Incluso, pasan por simples: nota que, al contrario, lo que me dijeron en algún comentario es que estaba hilando muy fino.
January 31st, 2011 at 23:59
Sobre el punto 3, no creo que haya una valoración positiva de las muertes de personas no indefensas. Creo que a lo que va María Emma en su aclaración es a la distinción que se hace en la teoría clásica de la guerra justa (en este caso, jus in bello, o las conductas moralmente permisibles en medio de una guerra, independientemente de la validez en sí de la guerra misma). La distinción entre indefensos y no indefensos complejiza la distinción entre combatientes y no combatientes: por ejemplo, el soldado que se está bañando en una quebrada está en estado de indefensión, el civil que participa activamente en una emboscada no. En ese caso la teoría no necesariamente dice que la eventual muerte del civil que hace la emboscada sea justa, pero sí afirma que asesinar al soldado de la quebrada es injusto. Con todo esto todavía se puede sostener que toda muerte es injusta pero las de indefensos lo son aun más.
En todo caso, para mí las palabras que dejan una mala sensación son las que hablan de méritos (”No se merecían jamás lo que les ocurrió. No hicieron nada que ameritara sus muertes”). No asumo que detrás de ellas necesariamente haya una creencia en que hay cosas que sí ameritan la muerte; de hecho sigo creyendo que en la Colombia de estos días es válido enfatizar que lo que pasó fue totalmente inmerecido. Pero —sí, tal vez hilando fino— queda la pregunta de si hay algo que sí ameritaría muertes como esas, y el titular de Semana y la declaración del general sugieren que para gran parte de la “opinión pública” colombiana sí: bastaría con “no estar recogiendo café”, con ser marihuanero, ratero, etc.
February 1st, 2011 at 17:09
JDPS:
Gracias por redondear la idea de la justicia en términos técnicos. Y así las cosas, me retracto. También gracias por señalar lo de los “méritos”. Tal vez desde un principio estaba pensando más en eso que en “muertes justas” y me perdí entre las palabras. Entonces: ¿existen las muertes merecidas?
February 1st, 2011 at 18:03
1. Si, pero me parece un ‘habito de pensamiento’ que no comparto el mezclar argumentos de Semana que yo no doy, con los que yo expongo en mi texto. Es poner en boca mia lo que yo no dije, ni pienso, ni escribí.
2. Y si es totalmente INJUSTO que hombres armados asesinen en un contexto de GUERRA a personas en estado de indefensión. Distintas son las muertes en combate, entre actores armados. Nos pueden, si estamos en contra de la guerra, parecer deplorables, unas perdidas en vidas humanas lamentables. Pero el reconocimiento de que estamos en GUERRA nos permite trazar una línea entre lo que puede y ocurre en una guerra –que personas de signos políticos, étnicos, religiosos se combatan en campos de batalla–y lo que por DIH y nociones de justicia en ningun caso podemos justificar : que gente armado asesine a gente desarmada/indefensa.
3. ¿A menos que creas que no estamos en guerra?
February 1st, 2011 at 18:10
María Emma:
Claro que es una guerra. Una guerra de civilización, de dominación de las mentes, los territorios y los recursos. Es una guerra donde evidentemente no importa ni se aplica el DIH y la noción de justicia responde a otra lógica. Como dicen en el GMH, esta es una guerra de masacres. Yo agrego: es una guerra “medieval”, una guerra “incivilizada” en tiempos en que en el papel se valora la vida humana, cualquier vida humana. Definitivamente no es una guerra “con ejércitos uniformados que se ponen una hora para darse bala y después lavan el potrero”, como me dijo una lectora de este blog.
February 3rd, 2011 at 16:56
El homenaje sobre una muerte es un fenómeno político. De manera similar a los hilos dentro de uno que lo hacen sentir a uno la muerte de unos más que otros, la sociedad tiene sus propios mecanismos, y en esto se reflejan formas de expresar diferencias, miedos, adherencias, tensiones, discursos, etc. No obstante, puedo entender los mecanismos individuales (la identificación con la edad, con amigos cercanos…) pero el “hábito de pensamiento” alrededor de esta construcción política de la muerte es una forma dañina y un motor de la guerra en colombia.
Por eso las muertes no son consideradas iguales desde el punto de vista político; desafortunadamente “no es lo mismo” en las imágenes que construye la sociedad sobre la vida que mueran dos estudiantes de los andes a que mueran dos estudiantes de otras universidades. Y bueno, así cínicamente funciona el mundo.
Pero más allá de que funcione así, es una exigencia de para quienes reconocen el daño de este fenómeno, destruirlo o por lo menos hacerlo evidente. No voy a “hilar fino” en el si dijo “No se merecían jamás lo que les ocurrió. No hicieron nada que ameritara sus muertes” significa que era injusto o no, porque mi objetivo no es ver si dijo o no dijo, con qué contenido y bla bla bla, pero creo que es fundamental que primero, quienes tienen la oportunidad de hacer evidente estos círculos de exclusión de la representación de la muerte (en este caso justa o injusta, indefensa o no indefensa) como “hábitos de pensamiento” lo hagan y muestren lo contraproducente para la construcción de una sociedad libre de armas (armas mentales, armas físicas, armas del lenguaje) y el daño que ha causado cuando ha sido utilizada como argumento de justicieros de todos los calibres. Además porque no estamos viviendo una guerra regular, cuasi-napoleónica, donde limpiaban el terreno, se ponían la cita y se vestían para el momento sino desafortunadamente, la mayoría de las víctimas del país han caído bajo condiciones de “indefensión”.
Lo que hay que resaltar no es la particularidad de estas muertes, que nos duelen a todos, sino la generalidad de esta guerra sin fundamente y hacer un llamado a la defensa de la vida, en todas sus formas, indefensas o no indefensas, injustas o no injustas.
Aparte de esto, creo que es un discurso sentido, como desafortunadamente son todas las despedidas y creo que es un momento necesario para reflexión interna y de la comunidad. Que debe ser más ambiciosa en el momento de enviar un mensaje, no sólo a la comunidad uniandina sino al país, es este otro debate.
February 15th, 2011 at 00:22
Lo que está sucediendo con las bandas criminales, conformadas por ex-paracos entrenados en Córdoba, muy creca de la finca El Ubérrimo, no es mas que lo que ya se sabía iba a suceder y viene sucediendo desde hace décadas en Colombia: una sociedad que siembra violencia está condenada a asumir el costo de esa violencia, que no respeta estratos sociales aunque sí está enfocada hacia ciertos colores políticos. Luego vienen los eufemismos de siempre “víctimas inocentes”, “los violentos”, “los terroristas”, “los colombianos de bien”, etc, etc.
Recuerdo que hace mas de veinte años, en pleno auge de los socios de Alvaro Uribe Vélez, el Cartel de Medellín con Pablo Escobar a la cabeza, fue asesinada en un retén una chica que estudiaba en un colegio “bien” de Bogotá. La reacción fue mas o menos la misma que lo sucedido recientemente pero la vilencia se mantiene. Y se mantiene porque hay un sector poderoso de la sociedad colombiana a quienes les conviene. Los mismos que salen con frases de cajón a lamentarse ante los medios de comunicación.
Lo más seguro es que en veinte años unos pocos estemos recordando a Margarita y a Mateo mientras los medios lloran con hipocresía a otras nuevas víctimas, “gente bien” que no merecían morir.
August 23rd, 2011 at 11:55
La recomendación para leer este post me llega de Juglardelzipa en respuesta a un cruce de trinos respecto al «menor de edad» graffitero que resultó muerto por fuego de la policía. Al principio la tendencia social fue la de culpar a la policía, decir que son de lo peor, asesinos, decir que Uribe, que los falsos positivos… etc, lo de siempre.
Luego se volteó la torta y parece que el nené si había participado en el robo a una buseta, y andaba huyendo en el momento del desafortunado hecho.
Con el cruce de trinos, no quiero decir que sea lo correcto matar a alguien por un robo, el robo no tiene pena de muerte, pero parece que el «niño» sí iba armado al participar (supuestamente) en el robo de la buseta, y cualquier robo a mano armada tiene la premisa de amenaza de muerte a la(s) víctima(s) del robo: si no entregan lo que se les pide, se les dispara o se les acuchilla, lo cual puede obviamente terminar en la muerte, luego un robo a mano armada es en resumen: una amenaza de muerte.
La policía tiene por ley, derecho de intervenir, con arma de fuego, ante maleantes que usen armas de fuego, obviamente con palabras ni con bolillos se puede detener la bala de un ladrón.
Aun no se sabe la verdad absoluta de los hechos, probablemente nunca se sabrá, pero todo indica que el nené, armado, intentó robar con su arma, y la policía en persecución, le disparó, con tan mala suerte que terminó con su vida.
Lo grave es que la ley asume que por ser un menor de edad, no se le puede aplicar tal nivel de fuerza, (por eso los menores salen casi impunes de cualquier actividad delincuencial) entonces por más que el «niño» fuera un verdadero peligro con su arma para la sociedad, la policía será satanizada por su muerte, porque todo lo que venga del estado tiene que ser satanizado, aun cuando sea una de esas pocas excepciones donde se actuó como tocaba y los resultados fueron (sin intención), los peores.
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